A pesar de ser animales bastante simples, también muestran gustos y preferencias. Los caracolitos parecen inclinarse por las hojas de lechuga, ya que cuando comen rara vez pasan de ahí.
Los caracoles adultos parecen tener un gusto por el concentrado que les doy (harina y salvado de trigo, harina de maíz y un poco de leche en polvo), ya que son los que se lo comen.
En lo que parecen ponerse de acuerdo es en el pepino, que es el hit para grandes y chicos.
En fin, las cosas parecen ir caminando a gusto y con más actividad, ya que se viene el calorcito. Todavía faltan algunos frentes fríos de acuerdo al de las noticias, pero veremos cómo nos trata el calentamiento global este año.
También tuve que echarme otra vez mi curso de helicultura y a repasar los apuntes de mi intento anterior con los caracolitos, pero por lo visto podré ver si es cierto eso de que la baba de caracol es tan buena como dicen y ver si los franceses tienen razón al decir que saben buenos.
Solo falta ver quién más se anima a echarse un taco de caracol, aunque no veo por qué le hacen el feo si hay cocteles de caracol en la playa y las tiendas de mariscos.
Ahora sigue hacer una caracolera más grande para poner a los “peques” y dejarle la pecera a los adultos para que puedan “hacer lo suyo” y algunos experimentos con alimentación.
Además, hay que pedir más caracoles de una granja para ya hacerlo en serie (lo bueno es que hay todavía en Mercado Libre). Partiendo de solo dos caracoles voy a tardar mil años y aparte no va a haber variedad genética. ¿Por qué no pueden ser las cosas más fáciles?
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